La Xunta y el Consello da Cultura presentaron la exposición «Os Adeuses» para recordar a los miles de gallegos que emigraron a América.
No hay otro lugar en EE.UU. cuyos muros evoquen tantos sueños juntos: Allà donde las ilusiones de millones de personas convirtieron a Ellis Island en el epicentro del fenómeno migratorio del paÃs, o lo que es lo mismo, la puerta a un futuro mejor. La historia de la isla vecina a la Estatua de la Libertad no serÃa la misma sin Galicia porque desde finales del siglo XIX, buena parte del patrimonio gallego se encuentra en la tierra del TÃo Sam. Con la intención de recordar, ensalzar y sobre todo homenajear a los miles de gallegos que emigraron a América, la Xunta de Galicia y el Consello da Cultura Galega presentaron ayer la exposición Os Adeuses (The Farewells), una muestra de 73 fotografÃas del fotógrafo coruñés Alberto Martà sobre la emigración gallega entre los años 1957 y 1963.
«Nos apropiamos pacÃficamente del Atlántico porque el océano fue un camino por el que peregrinaron millones de gallegos», dijo el presidente de la Xunta Alberto Núñez Feijoo desde el emblemático Museo de la Inmigración. El homenaje fue también compartido por James Fernández. Este catedrático de literatura española en la New York University definió las imágenes de Martà como «hermosas, trágicas y traumáticas». «Es que los adioses tienen eso. En ese momento parece que no habÃa nada más allá de la herida, de la separación», reflexionó Fernandez. AsÃ, las fotos de Martà invitan a identificarse con todo lo que queda atrás en la vida del migrante, a través de un juego de planos y contraplanos que descubren cierto desconcierto en los rostros.
Sacrificio y superación
El relato de todos ellos no puede hacerse sin hablar de reencuentros y despedidas, pero sobre todo de sacrificio y superación. Dos ingredientes que no faltan en la vida de los gallegos que hicieron del Atlántico el camino marÃtimo hacia un mejor porvenir, aquel en el que Galicia se nota y se escucha. Y sino que se lo digan a Cristiane que a pesar de ser oriunda de Brasil presume de hablar gallego en Newark (Nueva Jersey), la ciudad donde se erigió la comunidad más numerosa de gallegos y conocida como «el lugar donde el hijo llora y la madre no lo ve».
Allà llegó hace treinta y dos años su marido Pablo Vidal, procedente de A Pobra do Caramiñal. «HabÃa que buscarse la vida», explica Pablo a La Voz. A pesar de no gustarle las alturas, el coruñés se dedica a la construcción en la ciudad de los rascacielos. «No es fácil, pero la vida sigue, la vida no para», asegura con una sonrisa sincera, ejemplo de aprendizaje y constancia.
Entre las imágenes de maletas, barcos partiendo y rostros llenos de incertidumbre destaca el desgarro de Hilda Santaluce. Hija de gallegos, Hilda vive en Nueva York después de haber pasado por Chile y España. «La emigración te rompe. No puedo evitar las lágrimas porque también hay mucho desarraigo», confiesa al hablar de la parte «más dura» de este fenómeno. Su expresión eso sÃ, se torna en afable cuando explica ser receptora del mejor patrimonio posible, el de «ver mundo, vivirlo, caminarlo y aprender que es mejor tender puentes en vez de levantar muros».
Fuente: La Voz de Galicia
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